LA
ACTITUD DE LOS JÓVENES EN LA POLÍTICA
“La mejor forma de predecir el futuro, es crearlo”.-Abraham Lincoln.
En el país están ocurriendo
dos procesos aspiracionales paralelos. Por un lado, crece el deseo de los
jóvenes estudiantes (y estudiados) de apegarse a la política, viendo en ella la
forma única de mejores oportunidades de vida y no precisamente por convicciones
sociales; por otro lado, están los que sin tener estudios (por las razones que
hayan sido), miran de reojo la tentación que producen las ganancias del
comercio de droga o las actividades ilegales. En ambos casos se mira una manera
fácil de ganarse la vida. La clase política a “normalizado” la corrupción y la
impunidad; y el crimen organizado ha avasallado los sistemas de justicia y
seguridad.
Pero si fijamos el análisis en los
jóvenes que aspiran a ser políticos (los que tienen alguna profesión), sabremos
que sus posibilidades de éxito dependen más de sus relaciones (padrinazgos),
que de su capacidad intelectual; tal cual lo dictan los cánones de la política
mexicana. Y ya entrados en el oficio, deberán seguir, por regla de conveniencia,
algo a lo que le llamarán: Institucionalidad,
que no será otra cosa que: “Si quieres crecer en el partido, mira, escucha y calla. Esté bien o mal
deberás decir que está bien, y no podrás contravenir las instrucciones a pesar
de tu voluntad, por el contrario, deberás convencerte a ti mismo y a los demás,
que las decisiones tomadas son las mejores”.
Así, vemos a jóvenes que
dejan de serlo mientras esperan esa “gran oportunidad” laboral dentro de la
institución, pero a la vez contribuyen a que la sociedad que los rodea NO salga
de ese círculo vicioso de falsas promesas, de compras de conciencia, de
conformismo electorero, de soluciones volátiles, de períodos oscuros, de los “políticos
de siempre”, de ponerle precio a la miseria y a la debilidad del cuerpo humano,
sobre todo si es envejecido o dañado crónicamente. Mientras esperan los frutos
de su “fidelidad” se convierten en eso que yo le llamo “Cómplices aspiracionales” de gobiernos social y humanamente
fallidos. Es decir, tanta culpa tiene el gobierno de sus errores, como el que
ciegamente se los aplaude.
Y es donde surge la
pregunta: ¿Se atreverán los jóvenes a desafiar los estereotipos políticos
socialmente inservibles, creando ellos sus propios modelos de consolidación
política? ¿O seguirán el sendero de la manipulación pasiva, del entreguismo
irracional, de la cobardía obligada, de la autocensura moral, de la creatividad
limitada y de las voces coartadas?
Particularmente creo que la
actitud que los jóvenes mostraron tras los sismos del pasado 19 de Septiembre, es
la que debe persistir; ayudar a los demás, apoyarse mutuamente, identificar al
necesitado, ofrecer sin esperar recibir, valorar la satisfacción interna, asumir
un liderazgo diferente, desafiar a las autoridades demagogas, aspirar a tener
un país mejor, construir con emotividad, entenderse con la mirada y asumir códigos
de conducta voluntaria pensando en los demás.
Las actitudes serviles hacia
los de arriba, no están en sintonía con los tiempos modernos. Los jóvenes no
pueden basar sus aspiraciones en el número de Selfies junto a los “líderes”, o de acuerdo al número de likes dados en las publicaciones
oficiales. Tampoco pueden ignorar o evitar sumarse a los temas de poder social,
político y económico que a todos nos compete, bajo fríos argumento como que “todos
los políticos son iguales”. Esta sociedad necesita jóvenes valientes y dignos,
creativos, nobles, solidarios, arriesgados, dispuestos a romper esquemas;
nuestra sociedad requiere asegurar un futuro a través de las acciones decididas
de los de hoy.
Viejos esquemas políticos
dominan el escenario. Y lo que menos se necesita es a viejos vestidos de
jóvenes. Se necesita la fuerza, la frescura, el dominio propio de la juventud. Lo primero, es perder el miedo. Lo segundo, es crear conciencia en el
entorno sobre lo que existe y no funciona. Lo
tercero, es generar propuestas. Y así, ir horadando un sistema caro,
ineficiente y de privilegios, para ponerlo al servicio de un país que ha sido inducido
a la pobreza, a la marginación y a la dependencia gubernamental.
Un eslogan rezaba: “Si
quieres resultados diferentes, haz cosas diferentes”. Pues bien, parece que
llegó el momento idóneo para que la juventud abandere un resurgir social pero
con ideas propias y con motivos incluyentes, tolerantes y equitativos. El
camino está trazado para hacer cosas diferentes a las que se han hecho, al
menos, en los últimos 80 años de la vida nacional; en donde la incipiente democracia, fue devorada por la rapaz partidocracia.
¿Quién levanta la mano y le
dice a su país: “¡Cuenten conmigo!”?